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Entonces, se le acercó el tentador y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, ordena que esas piedras se conviertan en pan”. Pero Jesús respondió: “Dice la Escritura que el hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”
Después de esto, el diablo lo llevó a la Ciudad Santa, y lo puso en la parte más alta del Templo, y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí para abajo. Puesto que la Escritura dice: “Dios ordenará a sus ángeles que te lleven en sus manos para que tus pies no tropiecen en piedra alguna”. Jesús replicó: “Dice también la Escritura: No tentarás al Señor tu Dios”.
En seguida lo llevó el diablo a un cerro muy alto, le mostró todas las naciones del mundo con todas sus riquezas y le dijo: “Te daré todo esto si te hincas delante de mí y me adoras” Entonces Jesús le respondió “Aléjate de mí, Satanás, porque dice la Escritura: Adorarás al Señor tu Dios, a él solo servirás”.
Entonces lo dejó el diablo y acercándose los ángeles se pusieron a servir a Jesús.
Oyó Jesús que habían encarcelado a Juan, por lo que se alejó, volviendo a Galilea. Allí, dejando la ciudad de Nazaret, fue a vivir a Cafarnaún, cerca del lago, en los límites de Zabulón y Neftalí.
Así se cumplió lo que dijo el Profeta Isaías:
“Oigan, territorios de Zabulón y Neftalí y los de las orillas del Mar y de más allá del Jordán: escúchame, Galilea, tierra de Paganos.
El pueblo postrado en tinieblas acaba de ver una luz grande: sobre los habitantes de la mortal oscuridad la luz amaneció”.
Entonces fue cuando Jesús empezó a predicar. Y les decía: “Cambien su vida y su corazón, porque el Reino de los Cielos se ha acercado”
Caminaba Jesús a orillas del lago de Galilea y vio a dos hermanos: Simón, llamado después Pedro, y Andrés, que echaban las redes al agua  porque eran pescadores. Jesús  les dijo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”.
Los dos dejaron inmediatamente las redes  y empezaron a seguirlo.
Más allá vio a otros dos hermanos: Santiago y Juan, que con Zebedeo, su padre, estaban en su barca, zurciendo las redes. Jesús los llamó, y ellos también dejaron la barca y al padre y empezaron a seguirlo.
Jesús recorría toda la Galilea enseñando en las sinagogas. Predicaba la Buena Nueva del Reino y sanaba todas las dolencias y enfermedades de la gente. Por eso se extendió su fama a toda Siria.
Le traían todos los enfermos, los aquejados por males y dolencias diversas, los endemoniados, lunáticos y paralíticos, y a todos los sanaba. Lo seguía un gentío inmenso de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.

LAS BIENAVENTURANZAS (Lc.6)

Jesús, al ver a toda esa muchedumbre, subió al monte, allí se sentó y sus discípulos se le acercaron. Comenzó a hablar, y  les enseñaba así:
Felices los que tienen espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra de herencia.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.        
Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia.
Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo.
Pues bien saben que así trataron a los profetas que hubo antes que ustedes.

SAL Y LUZ DE LA TIERRA
(Mc 4,21; Lc 14,34;8,16;11,33)

Ustedes son la sal de la tierra. Y si la sal se vuelve desabrida, ¿con qué se le puede devolver el sabor? Ya no sirve para nada sino para echarla a la basura o para que la pise la gente.
Ustedes son la luz para el mundo. No se puede esconder una ciudad edificada sobre un cerro. No se enciende una lámpara para esconderla en un tiesto, sino para ponerla en un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. Así, pues, debe brillar su luz ante los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen al padre de ustedes que está en los Cielos.

UNA LEY MAS PERFECTA

No crean que yo vine a suprimir la Ley o los Profetas: No vine a suprimirla, sino para darle su forma definitiva. Les aseguro que primero cambiarán el cielo y la tierra antes que una coma de la Ley: todo se cumplirá. Por tanto, el que deje de cumplir uno de los mandamientos de la Ley, por insignificante que parezca, y enseñe a los hombres a desobedecerlo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; al contrario, el que los cumpla y los enseñe será grande en el Reino de los Cielos.
Y les digo que si su vida no es más perfecta que la de los maestros de la Ley y de los fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han escuchado que se dijo a sus antepasados: “No matarás, y el que mate deberá responder ante la justicia”.
Yo les digo más: cualquiera que se enoje contra su hermano comete un delito, y el que lo trate de tonto merecería j src=images/stories/imagenes/clip_image002_0041.jpgresponder ante el tribunal supremo, y el que lo trate de renegado de la fe es digno del infierno. Por eso, cuando presentes una ofrenda al altar, si recuerdas allí que tu hermano tiene alguna queja en contra tuya, deja ahí tu ofrenda ante el altar, anda primero a hacer las paces con tu hermano y entonces vuelve a presentarla. Llega a un acuerdo con tu enemigo mientras van de camino, no sea que tu enemigo te entregue al juez y el juez al carcelero y te echen al calabozo. Te aseguro que no saldrás de ahí sino cuando hayas pagado hasta el último centavo.
Se dijo a los antepasados: “No cometerás adulterio.”Ahora yo les digo que quien mira con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio en su interior. Por eso, si tu ojo derecho es ocasión de pecado para ti, sácatelo y tíralo lejos; porque es más provechoso para ti perder una parte de tu cuerpo y que no seas arrojado entero al infierno. Y si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtatela; porque es mejor perder una parte de tu cuerpo y no que vayas entero a parar al infierno.
Se dijo también: “El que despida a su mujer le dará un certificado de divorcio”.
Pero yo les digo que el que despide a su mujer­ -fuera del caso de infidelidad- la empuja al adulterio. Y también el que se case con esa mujer divorciada comete adulterio.
NO JURAR
Ustedes aprendieron también lo dicho a sus antepasados: “No jurarás en falso, sino que cumplirás lo que has prometido al Señor”. Ahora yo digo: No juren nunca: ni por el cielo, porque es el trono de Dios. Ni por la tierra, que es la tarima de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad de el Gran Rey; ni por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro ni uno solo de tus cabellos. Digan sí cuando es sí, y no cuando es no, porque lo que se añade lo dista el demonio.

AMAR A TODOS LOS HOMBRES
(Lc 6,29)

Ustedes saben que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. En cambio, yo les digo: No resistan a los malvados. Preséntale la mejilla izquierda al que te abofetea la derecha, y al que te arma pleito por la ropa, entrégale también el manto. Si alguien te obliga a llevarle la carga, llévasela el doble más lejos. Dale al que te pida algo y no le vuelvas la espalda al que te solicite algo prestado.
Ustedes saben que se dijo: “Ama a tu prójimo y guarda rencor a tu enemigo.” Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores. Así serán hijos de su Padre que está en los cielos. El hace brillar el sol sobre malos y buenos, y caer la lluvia sobre justos y pecadores.
Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué premio merecen?, ¿no obran así también los pecadores? ¿Qué hay de nuevo si saludan a sus amigos?, ¿no lo hacen también los que no conocen a Dios? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto su Padre que está en los Cielos.

HACER EL BIEN SIN DECIRLO

Tengan cuidado de no hacer el bien delante de los hombres, para que los vean; de lo contrario, el Padre celestial, Padre de ustedes, no les dará ningún premio. Por eso, cuando des limosna, no lo publiques al son de trompetas, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que los hombres los alaben. Yo les digo que ya recibieron su premio.
Tú, en cambio, cuando das limosna, no debe saber tu mano izquierda lo que hace tu derecha; cuida que tu limosna quede en secreto, y tu Padre, que ve los secretos, te premiará.
Cuando recen no hagan como los hipócritas, que gustan orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los hombres los vean. Ellos ya recibieron su premio. Tú, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y reza a tu Padre que comparte tus secretos, y tu Padre, que ve los secretos, te premiará.
Al orar no multipliquen las palabras, como hacen los paganos que piensan que por mucho hablar serán atendidos. Ustedes no recen de ese modo, porque, antes que pidan, el Padre sabe lo que necesitan.

EL PADRE NUESTRO
(Lc 11,1 Mc 11,25)

Ustedes, pues, oren de esta forma:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre celestial los perdonará. En cambio, si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Cuando ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que se desfiguran la cara para mostrar a todos que ayunan. Les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, cuando ayunes, perfúmate el cabello y no dejes de lavarte la cara, Porque no son los hombres quienes deben darse cuenta de que tú ayunas, sino tu Padre que está en el secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te premiará.

(Lc 11,34; 12,33)

No se hagan tesoros en la tierra, donde la polilla y el gusano los echan a perder y donde los ladrones rompen el muro y roban. Acumulen tesoros en el Cielo, donde ni la polilla ni el gusano los echan a perder, ni hay ladrones para romper el muro y robar.
Pues donde están tus riquezas, ahí también estará tu corazón.
Tu ojo es tu lámpara. Si tu ojo es limpio, toda tu persona aprovecha la luz. Pero, si es borroso, toda tu persona estará en la confusión. Si lo que había de luz en ti se volvió confusión, ¡cómo serán tus tinieblas!

PONER SU CONFIAZA EN DIOS Y NO EN EL DINERO
(Lc 12,22; 16,13)

Ningún servidor puede quedarse con dos patrones, porque vera con malos ojos al primero y amara al otro, o bien preferirá al primero y no le gustara el segundo. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a DIOS y al DINERO.
Por eso les digo: No anden preocupados por su vida, ¿Qué vamos a comer?, ni por su cuerpo: ¿Qué ropa nos pondremos? ¿No es más la vida que el alimento y el cuerpo que la ropa? Miren como las aves del cielo no siembran, ni cosechan, ni guardan en bodegas, y el Padre Celestial, Padre de ustedes, las alimenta.
¿No valen ustedes más que las aves?
¿Quién de ustedes, por más que se preocupe, puede alargar su vida? Y ¿Por qué preocuparse por la ropa? ¡Miren como crecen los lirios del campo! No trabajan ni tejen, pero créanme que ni Salomón con todo su lujo se puso traje tan lindo.
Y si Dios viste así a la flor del campo que hoy esta y mañana se echara al fuego. ¿no hará mucho mas por ustedes, hombres de poca fe?
¿Por que, pues, tantas preocupaciones? ¿Que vamos a comer?.o ¿Qué vamos a beber? o ¿con que nos vestiremos?
Los que no conocen a DIOS se preocupan por esas cosas. Pero el Padre de ustedes sabe que necesitan todo eso. Por lo tanto, busquen primero el Reino y la Justicia de Dios. Y esas cosas vendrán por añadidura: Ni se preocupen por el día de mañana, pues el mañana se preocupara de si mismo. Basta con las penas del día.

LA VIGA Y LA PELUSA
(Lc 6,37; 11,9; 6,31; 13,23)

No juzguen y no serán juzgados; porque de la manera que juzguen serán juzgados y con la medida con que midan los medirán a ustedes. ¿Por qué ves la pelusa en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decir a tu hermano; Déjame sacarte esa pelusa del ojo, teniendo tú una viga en el tuyo? Hipócrita, sácate primero la viga que tienes en el ojo y así verás mejor para sacar la pelusa del ojo de tu hermano.
No den las cosas sagradas a los perros, ni echen sus joyas a los cerdos. Ellos podrían pisotearlas y, después, se lanzarían encima de ustedes para destrozarlos.
Pidan y se les dará: busquen y hallaran; llamen a la puerta y les abrirán. Porque el que pide, recibe; el que busca, halla, y al que llame a una puerta, le abrirán ¿Quién de ustedes da una piedra a su hijo si le pide pan, o una culebra si le pide pescado? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con mayor razón el Padre celestial, Padre de ustedes, dará cosas buenas a los que se las pidan.
Entonces, todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos: ahí tienen toda la Biblia.
Entren por la puerta angosta, porque la puerta ancha y el camino amplio conducen a la perdición y muchos entran por ahí. Angosta es la puerta, y estrecho el camino que conducen a la salvación, y son pocos los que dan con él.

EL ARBOL SE CONOCE POR SUS FRUTOS
(Lc 6,43)

Tengan cuidado con los falsos profetas, que vienen a ustedes disfrazados de ovejas, cuando en realidad son lobos feroces. Ustedes los conocerán por sus frutos. No se sacan uvas de los espinos, ni higos de los cardos. Todo árbol bueno da frutos buenos, y el árbol que no es bueno no los da. El árbol bueno no puede dar frutos malos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Por lo tanto, reconocerán al árbol por sus frutos.
El árbol que no da frutos, se corta y se echa al fuego.

LA CASA EDIFICADA SOBRE LA ROCA
(Lc 6,47; 13,26 Mc 1,22)

No es el que me dice. ¡Señor!, ¡Señor!, el que entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo. En el día del Juicio muchos me dirán: Señor, Señor, profetizamos en tu Nombre, y en tu nombre arrojamos los demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros. Yo les diré entonces: No los reconozco. Aléjense de mí todos los malhechores.
El que escucha mis palabras y las practica es como un hombre inteligente que edificó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia a torrentes, sopló el viento huracanado contra la casa, pero la casa no se derrumbó, porque tenía los cimientos sobre la roca. En cambio, el que oye estas palabras sin ponerlas en práctica, es como el que no piensa, y construye su casa sobre la arena. Cayó la lluvia a torrentes, soplaron los vientos contra la casa, y ésta se derrumbó con gran estrépito.”
Cuando Jesús terminó estos discursos, lo que más había impresionado a la gente era su modo de enseñar, porque hablaba con autoridad y no como los maestros de la Ley que tenían ellos.

EL PECADO MAS GRAVE
(Mc 3,22 Lc 11,15)

Le trajeron en ese momento un endemoniado ciego y mudo. Jesús lo sanó, de modo que pudo ver y hablar. Con esto, todo el pueblo quedó asombrado y preguntaban: “¿No será éste el hijo de David?” A lo que respondían los fariseos: “Este echa los demonios por obra de Beelzebú, rey de los demonios.”
Jesús sabía lo que estaban pensando, y les dijo: “Todo reino dividido en dos bandos está perdido, y toda ciudad o familia dividida se viene abajo. Si fuera Satanás el que echa Satanás, se haría la guerra a sí mismo; por tanto, ¿cómo podría durar su poder? Y si yo echo los demonios con el poder de Beelzebú, los amigos de ustedes, ¿con qué poder los echan? Ellos apreciarán estos comentarios.
Pero si yo echo los demonios con el soplo de Espíritu de Dios, comprendan que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.
¿Quién podrá entrar en la casa de un hombre valiente y robarle sus cosas, si primero no lo amarra? Sólo entonces le podrán saquear la casa.
El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama.
Por eso yo les digo: Se perdonará a los hombres cualquier pecado y cualquier palabra escandalosa que hayan dicho contra Dios. Pero las calumnias contra el Espíritu Santo no tendrán perdón.
El que insulte al Hijo del hombre podrá ser perdonado; en cambio, el que insulte al Espíritu Santo no será perdonado, ni en este mundo, ni en el otro.
Si se planta un árbol bueno, su fruto será bueno; si se planta un árbol malo, su fruto será malo, pues el árbol se conoce por sus frutos.
Raza de víboras, ¿cómo pueden hablar cosas buenas, siendo malos? Puesto que la boca habla de lo que está lleno el corazón.
El hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene adentro, y el que es malo, de su fondo malo saca cosas malas.
Yo les digo que en el día del Juicio los hombres tendrán que dar cuenta hasta de las palabras ociosas que hayan dicho. Por tus palabras serás declarado justo, y por lo que digas vendrá tu condenación.”

LA COMPARACION DEL SEMBRADOR
(Mc 4,1; Lc 8,4; 10,23; 13,26)
 
En ese día, saliendo Jesús de la casa, fue y se sentó a la orilla de lago.
Pero se juntaron alrededor de él tantas personas que prefirió subir a una barca, donde se sentó mientras toda la gente estaba en la orilla. Jesús les habló de muchas cosas mediante comparaciones. Les decía:
“El sembrador ha salido a sembrar; al ir sembrando, unos granos cayeron cerca del camino; vinieron las aves y se los comieron. Otros granos cayeron entre piedras y, como había poca tierra, brotaron pronto. Pero, cuando salió el sol, los quemó y, por falta de raíces, se secaron. Otros granos cayeron entre espinos; crecieron los espinos y los ahogaron. Otros, finalmente cayeron en buena tierra y produjeron, unos el ciento, otros el sesenta, y los otros el treinta por uno. El que tenga oídos, que entienda.”
Los discípulos se le acercaron para preguntarle: “¿Por qué les hablas con parábolas?”
Jesús respondió: “Porque a ustedes se les ha permitido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque, al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo con parábolas, porque cuando miran no ven, y cuando oyen, no escuchan ni entienden. Y se verifica en ellos lo que escribió el profeta Isaías:
Oirán, pero no entenderán, y, por más que miren, no verán.
Porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y taponado sus oídos. Con el fin de no ver, ni de oír, ni de comprender con el corazón. No quieren convertirse ni que yo los salve.
Al contrario, dichosos ustedes porque ven y oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos santos ansiaron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
Escuchen ahora la explicación del sembrador:
Cuando uno oye la palabra del Reino, pero no la escucha con atención, viene el Malo y le arranca lo que encuentra sembrado en el corazón: esto es lo sembrado en la orilla del camino.
Lo sembrado en tierra pedregosa es la persona que al principio oye la palabra con gusto, pero no tiene raíces y dura poco. Al sobrevenir las pruebas y la persecución por causa de la palabra, inmediatamente sucumbe.
Lo sembrado entre espinos es la persona que oye la palabra, pero las preocupaciones materiales y la ceguera propia de riqueza ahogan la palabra y no puede producir fruto.
Por el contrario, lo sembrado en tierra buena es el hombre que oye la palabra, la medita y produce fruto: el ciento, el sesenta y el treinta por uno.”

EL TRIGO Y LA HIERBA MALA

j src=images/stories/imagenes/clip_image004_0019.jpgLes propuso otro ejemplo: “El Reino de los Cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, cuando todos estaban durmiendo, vino su enemigo y sembró maleza en medio del trigo. Cuando el trigo estaba echando espigas, apareció la maleza. Entonces los trabajadores fueron a decirle al patrón: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo?; ¿de dónde, pues, viene esta maleza?”
Respondió el patrón: “Eso es obra de un enemigo.” Los obreros le preguntaron: “¿Quieres que la arranquemos?”
No, dijo el patrón, no sea que al arrancar la maleza arranquen también el trigo. Dejen crecer juntos el trigo y la maleza. Cuando llegue el momento de la cosecha, yo diré a los segadores: Corten primero la maleza y en atados échenla al fuego, y después guarden el trigo en las bodegas.”

EL GRANO DE MOSTAZA
 (Mc 4,30; Lc 13,18)

Jesús les propuso otro ejemplo: “El Reino de los Cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre sembró en su campo.
Este grano es muy pequeño, pero, cuando crece, es la más grandes de la plantas del huerto y llega a hacerse arbusto, de modo que las aves del cielo se posan en sus ramas.”
Y añadió esta parábola: “El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que toma una mujer y la mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.”
Todo esto lodito Jesús al pueblo en parábolas, y no les hablaba sino en parábolas. Así se cumplía lo que dijo el profeta: Hablaré con parábolas; daré a conocer cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.
Jesús entonces despidió a sus oyentes y se fue a casa, rodeado de sus discípulos. Esto le dijeron: “Explícanos la parábola de la maleza sembrada en el campo.”
Jesús le dijo: “El que siembra la semilla buena es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo. La buena semilla son los que pertenecen al Reino. La mala hierba es la gente del demonio. El enemigo que la siembra es el diablo. La cosecha es el fin del mundo. Los segadores son los ángeles.
Así como se recoge la maleza y se quema, así será al fin del mundo.
El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles para que quiten de su Reino todos los escándalos y saquen a los malvados. Y los arrojarán en el horno ardiente. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Al mismo tiempo, los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Quien tenga oídos, que entienda.
 
EL TESORO, LA PERLA, LA RED

El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre lo vuelve a esconder y, de tanta alegría, vende todo lo que tiene para comprar ese campo.
El Reino de los Cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas. Si llega a sus manos una perla de gran valor, vende cuanto tiene, y la compra.
El Reino de los Cielos es semejante a una red que se echa al mar y recoge peces de todas clases. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla. Ahí se sientan, escogen los peces buenos y los echan en canastos, y tiran los que no se pueden comer. Así pasará al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno ardiente, donde habrá llanto y desesperación.
Preguntó Jesús: “¿Entendieron bien todas estas cosas?” Ellos le respondieron: “Si.” Entonces, Jesús añadió: “Todo maestro de la Ley que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos se parece a un padre de familia que, de su reservas, va sacando cosas nuevas y cosas antiguas.”
Una vez que terminó estos ejemplos, se fue de allí. Y, al pasar por tierra de Nazaret, se puso a enseñar en la sinagoga, de tal manera que la gente, maravillada, se preguntaba: “¿De dónde le ha llegado tanta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre? ¿No son sus hermanos Santiago, José, Simón y judas? Y sus hermanas, ¿no están todas viviendo entre nosotros? ¿De dónde, pues, le viene todo esto?” No creían en él; todo lo contrario.
Pero Jesús les dijo: “A un profeta sólo lo desprecian en su tierra y en su familia.”
Y como no creían en él, hizo pocos milagros.

EL QUE NO PERDONO A SU COMPAÑERO

“Por eso sucede en el Reino de los Cielos lo mismo que pasó con un patron que resolvió arreglar cuentas con sus empleados. Cuando estaba empezando a hacerlo, le trajeron a uno que debía diez millones de monedas de oro: Como el hombre no tenía para pagar, el rey dispuso que fuera vendido como esclavo, junto con su mujer, sus hijos y todas sus cosas, para pagarse de la deuda.
El empleado se arrojó a los pies del rey, suplicándole; “Ten paciencia conmigo y yo te pagaré todo.” El rey se compadeció, y no sólo lo dejó libre, sino que además le perdonó la deuda.
Pero apenas salió el empleado de la presencia del rey, se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas; lo agarró del cuello y casi lo ahogaba, gritándole “Paga lo que me debes” El compañero se echó a sus pies y le rogaba: “Ten un poco de paciencia conmigo y yo te pagaré todo” Pero el otro no le aceptó: Al contrario, lo mandó a la cárcel hasta que le pagara toda la deuda.
Los compañeros, testigos de esta escena, quedaron muy molestos y fueron a contarle todo a su patrón. Entonces, el patrón lo hizo llamar y le dijo: “Siervo malo, todo lo que me debías te lo perdoné en cuanto me lo suplicaste. ¿No debías haberte compadecido de tu compañero como yo me compadecí de ti?. Y estaba tan enojado el patrón, que lo entrego a la justicia hasta que pagara toda su deuda.
Y Jesús terminó con estas palabras: “Así hará mi Padre Celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos.”

EL JOVEN RICO
(Mc 10,17; Lc 18,18; 12,33; 22,29)

En ese momento se le acercó uno y le dijo: “Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús contestó: ¿Por qué me preguntas sobre lo que es bueno? Uno solo es Bueno. Si quieres entrar en la vida eterna, cumple los mandamientos.” El joven dijo; “¿Cuáles?” Jesús respondió: “No matar, no cometer adulterio, no hurtar, no levantar testimonio falso, honrar padre y madre y amar al prójimo como a sí mismo.”
El joven le dijo: “He guardado todo esos mandamientos, “¿Qué más me falta?” Jesús le dijo; “Si quieres llegar a la perfección, anda a vender todo lo que posees y dáselo a los pobres. Así tendrás un tesoro en el Cielo, y luego vuelves y me sigues.”
Cuando el joven oyó esta respuesta, se fue triste, porque era muy rico.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “Créanme que a un rico se le hace muy difícil entrar al Reino de los Cielos. Se los repito, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar al Reino de los Cielos.
Al oír esto, los discípulos se quedaron asombrados y decían; “Entonces, ¿quién puede salvarse?”. Fijando en ellos su mirada, Jesús les dijo: “Para los hombres es imposible, pero para Dios todo es posible”.
Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: “Sabes que nosotros lo dejamos todo para seguirte: ¿Qué habrá para nosotros?”.
Jesús contestó: “A ustedes, que me siguieron, les digo esto: En el día de la Renovación, cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, ustedes también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo el que deja casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o propiedades, por amor de mi Nombre, recibirá cien veces lo que dejó y tendrá por herencia la vida eterna.
Muchos que ahora son los primeros serán entonces los últimos, y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros”.

LA DESTRUCCION DE JERUSALEN Y EL  FIN DEL MUNDO
(Mc 13; Lc 21; 17;23; 12,36)

Jesús salió del Templo y, mientras caminaba, sus discípulos se le acercaron y le hacían notar las imponentes construcciones del Templo.
Pero él respondió: “¿Ven todo esto? En verdad les digo que aquí no quedará piedra sobre piedra. Todo será destruido.”
Luego se sentó en el cerro de los Olivos y los discípulos fueron a preguntarle en privado: “Dinos, ¿Cuándo tendrá lugar todo esto? ¿Cuál será la señal de tu venida y del fin de la historia?
Jesús les contestó: “Tengan cuidado de que nadie los engañe. Porque muchos se presentarán como el SALVADOR y dirán: Yo soy el MESIAS, y engañarán a muchos. Se hablará de guerras y de rumores de guerra. Pero no se alarmen, porque todo eso tiene que pasar, pero no será todavía el fin. Unas naciones se levantarán en contra de otras, y pueblos contra otros pueblos. Habrá hambres y terremotos en diversos lugares. Pero todo esto no será sino los primeros dolores del parto.
Entonces los entregarán para atormentarlos y los matarán, y por causa mía serán odiados por todo el mundo. En esos días muchos tropezarán y caerán; unos a otros se traicionarán y quedarán enemigos.
Aparecerá gran cantidad de falsos profetas, que engañarán a muchos; y tanta será la maldad, que en muchos el amor se enfriará. Pero el que se mantenga firme hasta el fin, ése se salvará. Esta Buena Nueva del Reino será proclamada por todas partes del mundo para que la conozcan todas las naciones, y luego vendrá el fin.
Por tanto, cuando vean al ídolo del invasor instalado en el Templo, según las palabras del profeta Daniel (que el lector sepa entenderlas), los que estén en Judea huyan a los montes.
Si entonces estás en la azotea de tu casa, no te demores ni vayas adentro a buscar tus cosas. Si te hallas en el campo, no vuelvas a buscar tu capa. ¡Pobres de las que, en esos días, se hallen embarazadas o estén criando! Rueguen para que no les toque huir en invierno o en día sábado.
Porque éstos serán tiempos de angustia, como no ha habido igual desde el principio del mundo, ni habrá nunca después. Y esos momentos no se acortaran, nadie se salvaría. Pero Dios acortará esos días en consideración a sus elegidos. Si en este tiempo alguien les dice; Aquí o allí esta el Mesías, no lo crean. Porque se presentarán falsos cristos, y falsos profetas, que harán cosas maravillosas y prodigios, capaces de engañar, si fuera posible, aun a los elegidos de Dios. Miren que se lo he advertido de antemano.
Por tanto, si alguien les dice: ¡En el desierto está!, no vayan. Si dicen: ¡Está en tal lugar retirado!, no lo crean. En efecto, cuando venga el Hijo del Hombre, será como relámpago que parte del oriente y brilla hasta el poniente, o según dice el proverbio: “Donde hay un cadáver, ahí se juntan los buitres”.

VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE
(Mc 12,38; Lc 17,29)

Porque, después de esos días de angustia, el sol se oscurecerá, la luna perderá su brillo, caerán las estrellas del cielo y el universo entero se conmoverá. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre: mientras todas las razas de la tierra se golpeen el pecho, verán al Hijo del Hombre viniendo en la nube del cielo, con el Poder divino y la plenitud de la Gloria. Mandará a sus ángeles, los cuales tocarán la trompeta y reunirán a los elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del mundo.
Aprendan este ejemplo de la higuera: Cuando están tiernas sus ramas y le salen hojas, ustedes entienden que se acerca el verano. Asimismo, cuando noten todas estas cosas que le dije, sepan que ya está cerca, a la puerta. En verdad les digo: No pasará esta generación sin que sucedan todas estas cosas: Pasarán el cielo y la tierra, pero mis palabras no pasarán.
En cuanto se refiere a ese Día y a esa hora, no lo sabe nadie, ni los ángeles de Dios, ni siquiera el Hijo, sino sólo el Padre.
En la venida del Hijo del Hombre, sucederá lo mismo que en los tiempos de Noé. En aquellos días que precedieron el diluvio, los hombres seguían comiendo, bebiendo y casándose, hombre y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el Arca.
Y no se daban cuenta, hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos. Lo mismo sucederá en la venida del Hijo del Hombre.
Entonces, de dos hombres que están juntos en el campo, uno será tomado, y el otro no.
De dos mujeres que están juntas moliendo trigo, una será tomada, y la otra no.