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Caso: Antonio Villas Boas

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E1 22 de febrero de 1958 por la tarde, en Río de Janeiro, en el consultorio del doctor Fontes y en presencia del periodista Joao Martín, en calidad de testigo, Antonio Villas Boas hizo la siguiente declaración:

 ‑Me llamo Antonio Villas Boas, tengo veintitrés años y soy agricultor. Vivo con mi familia en una granja de nuestra propiedad. Está situada cerca de la ciudad de Sao Franéisco, en el Estado de Minas Gerais, cerca de la frontera con el Estado de Sao Paulo. Tengo dos hermanos y tres hermanas, todos los cuales habitan en la misma región; otros dos hermanos murieron. Todos los hombres de la familia trabajan en la granja. Tenemos muchos campos que cultivar. Para la labranza tenemos un tractor de gasolina; marca “International" que utilizamos en dos turnos cuando hay que arar: Durante el día, lo manejan los jornaleros y, por la noche, suelo utilizarlo yo, solo o con mi hermano. Soy soltero y gozo de salud, trabajo mucho, sigo cursos a distancia y estudio cuando puedo. Para mí ha sido un sacrificio venir a Río, ya que hago mucha falta en casa. Pero pensé que era mi deber informar de los extraños sucesos eh los que me he visto envuelto. Haré todo lo que ustedes crean oportuno, señores, y estoy dispuesto a declarar ante las autoridades civiles o militares.

"Todo empezó la noche del 5 de octubre de 1957. Habíamos tenido visitas y no nos acostamos hasta eso de las 11, mucho más tarde de lo normal: En la habitación estábamos mi hermano Joao y yo. Hacía mucho calor y abrí las ventanas que dan al patio. Entonces, en medio del patio, vi un gran resplandor que iluminaba todo el suelo. Era mucho más intenso que la luz de la Luna y no conseguía ver de dónde venia. Pero tenia que proceder de arriba; era como si unos focos dirigidos hacia abajo lo iluminaran todo. Pero en el cielo no se vela nada. Llamé a mi hermano y le hice mirar; pero él nunca pierde la calma y me dijo que seria mejor dormir. Cerré la ventana y nos acostamos otra vez. Pero yo no podía dormir, la curiosidad me martirizaba; volví a levantarme y abrí la ventana. La luz seguía en el mismo sitio. Yo me quedé mirando afuera y de pronto se movió hacia mi ventana. Asustado, cerré de golpe con tanto ruido que mi hermano se despertó. Juntos, en la habitación oscura, seguimos la trayectoria de la luz que se filtraba por las rendijas de los postigos en dirección al techo y, luego, por entre las tejas (Las casas de campo brasileñas, a causa del calor, tienen ventanas que llegan hasta el techo y, para conseguir una mejor ventilación, carecen de cielo raso.) Al fin, la luz desapareció definitivamente.
"E1 14 de octubre ocurrió el segundo incidente. Serian entre las 9.30 y las 10 de la noche, no lo sé con exactitud, ya que no llevaba reloj. Yo estaba trabajando en el campo con el tractor y con mi otro hermano. De pronto, vimos una luz muy fuerte, tanto .que dolían los ojos al mirarla. Al principio, era redonda y del tamaño de una rueda de coche y estaba en el extremo norte del campo. Era muy roja e iluminaba una gran extensión. Dentro de la luz había algo, pero no puedo decir con seguridad lo que era porque estaba casi cegado. Le pedí a mi hermano que me acompañara a explorar. El se negó y fui yo solo. Cuando me acerqué, la cosa se movió bruscamente con enorme velocidad y se situó en el extremo sur del campo, donde se quedó quieta. Corrí hacia ella y repitió la misma maniobra. Esta vez, volvió a su posición anterior. Lo intenté de nuevo y la maniobra se repitió veinte veces. Al fin me cansé y regresé donde estaba mi hermano. La luz permanecío en el mismo sitio sin moverse. De vez en cuando, parecía despedir rayos en todas direcciones, como los del sol poniente. De todos modos, no estoy seguro de si todo ocurrió realmente así, ya que no sé si estuve mirando ininterrumpidamente en la misma dirección. Quizás aparté la mirada un momento y entonces se elevó rápidamente y había desaparecido cuando volví a mirar.
"Al día siguiente, 15 de octubre, estaba trabajando en el mismo campo con el tractor yo solo. La noche era fresca y el cielo estaba estrellado. Exactamente a la 1AM, vi una estrella roja muy brillante. En seguida me di cuenta de que no era una estrella, ya que aumentaba de tamaño, como si se acercara. A los pocos instantes, vi que era un objeto de forma ovalada que se me acercaba velozmente. Tan aprisa venia que, antes de que pudiera pensar en lo que iba a hacer, estaba encima del tractor. De pronto, el objeto se paró a unos 50 m encima de mi cabeza. El tractor y el campo estaban tan iluminados como si fuera de día. El resplandor de los faros del tractor quedaba totalmente anulado por aquella brillante luz roja. Yo tenía mucho miedo al no poder imaginar qué era. De buena gana me hubiera alejado de mi tractor, pero éste era tan lento comparado con el objeto que comprendí que seria inútil. De haber saltado del tractor para salir corriendo hubiera podido romperme una pierna en el campo recién arado.
"Mientras yo dudaba y reflexionaba durante tal vez un par de minutos, el objeto volvió á moverse y se paró a unos 10 o 15 m delante del tractor. Luego, descendió lentamente al suelo y fue acercándose hasta que pude distinguir una extraña máquina casi redonda rodeada de lucecitas rojas.
"Frente a mi había un gran foco rojo, el que me había cegado cuando el objeto descendió. Entonces vi claramente la forma de la máquina. Parecía un huevo alargado con tres antenas en la parte delantera, una en el centro y una a cada lado. Eran unas barras metálicas anchas en su base y acabadas en punta. No se distinguían los colores, ya que la máquina estaba envuelta en una luz roja. Encima giraba muy rápidamente algo que desprendía también una luz fluorescente rojiza.
"En el momento en que la máquina aminoró la velocidad para aterrizar, cambió la luz, a medida que disminuían las revoluciones de la pieza giratoria, a verdosa ‑o así me lo pareció‑., Aquella pieza giratoria parecía entonces un plato o una cúpula achatada. No sé si era éste realmente su aspecto o si la impresion era provocada por el movimiento. La pieza no se detuvo ni un segundo, ni siquiera después de que el objeto aterrizara.
"Naturalmente, la mayoría de los detalles no los vi hasta después, ya que al principio estaba tan asombrado que no me enteraba de nada. Cuando, a pocos metros del suelo, aparecieron en la parte inferior del objeto tres soportes metálicos, como un trípode, yo acabé de perder la serenidad. Evidentemente, aquél trípode era lo que soportaba el peso de la máquina durante el aterrizaje. Pero no  iba a esperar a que aterrizara. El motor del tractor estaba en marcha. Di gas y traté de escapar sorteando el objeto. Pero al cabo de un par de minutos el motor se paró y se apagaron los faros. No sé por qué, pues el contacto estaba dado y las luces, encendidas. Conecté el motor de arranque, pero fue inútil. Entonces, salté al suelo por el lado contrario al del objeto y eché a correr. Pero ya era tarde pues a los pocos pasos me cogió del brazo un pequeño ser vestido de modo extraño que me llegaba por el hombro. Yo, desesperado, me revolví y le di un empujón que le hizo caer al suelo de espaldas. Traté de escapar pero en el mismo instante otros tres desconocidos me saltaron encima por los lados y la espalda y me levantaron sujetándome por brazos y piernas sin que pudiera soltarme. Yo me debatía pero ellos me tenían bien agarrado. Entonces pedí socorro a gritos y empecé a insultarles. Al parecer, mis voces les sorprendieron o excitaron su curiosidad, porque, mientras me llevaban hacia el aparato, cada vez que yo gritaba ellos se paraban y me miraban fijamente a la cara, pero sin dejar de sujetarme con fuerza. Eso me permitió imaginar cuál debía ser su interés por mí y me sentí un poco aliviado. Me llevaron al aparato que había quedado a unos diez metros del suelo, apoyado en su pie metálico. En la parte de atrás había una puerta que se abría de arriba a abajo, formando una especie de rampa. En su extremo había una escala de metal. Era del mismo material plateado de las paredes de la máquina y llegaba hasta el suelo. Les costó mucho trabajo a los desconocidos subirme por la escala, en la que apenas cabían dos personas de lado. Además, la escala no era rígida sino elástica y se tambaleaba violentamente a causa de los esfuerzos que yo hacía por desasirme. A uno y otro lado había unos pasamanos del espesor de un mango de escoba al que yo me agarraba con fuerza para impedir que me subieran al aparato. Por ello, los desconocidos tenían que detenerse a cada momento para soltar mis manos de la barandilla. Esta también era elástica. Después, cuando bajé, me pareció que estaba formada por piezas insertas unas en otras.
"Por fin consiguieron subirme y me llevaron a una pequeña habitación cuadrada. La luz que despedía el techo se reflejaba en las pulimentadas paredes metálicas y procedía de multitud de lámparas colocadas alrededor del techo.
"Me dejaron en el suelo y se cerró la puerta, con la escalerilla replegada. La habitación estaba tan iluminada que parecía de día; pero ni siquiera con aquella luz se veía dónde estaba la puerta, ya que ésta se había cerrado sin la menor fisura, quedando perfectamente empotrada. Solo por la escalerilla metálica podía imaginarme dónde estaba.
"Una de aquellas cinco personas señaló una puerta y me dio a entender que le siguiera a la otra habitación. Yo obedecía, ya que no tenia más remedio.
"Entramos todos en la habitación, que era mayor que la otra y tenia forma de medio óvalo. Sus paredes también eran brillantes. Creo que se encontraba en el centro de la nave, pues estaba atravesada de arriba a abajo por una columna redonda y robusta que se estrechaba por la mitad. No creo que estuviera allí sólo de adorno. Supongo que servia para sostener el techo. En la habitación no había más muebles que una mesa y varias sillas giratorias de forma extraña, parecidas a nuestros taburetes de bar. Todo era del mismo metal. La mesa y las sillas no tenían más que un pie central. El de la mesa estaba clavado en el suelo y el de las sillas estaba unido por tres puntales a un aro móvil e hincado también en el suelo. De este modo, sus ocupantes podían volverse en todas direcciones.
"Aún me mantenían sujeto y parecían estar hablando de mí. Aunque digo que "hablaban", los sonidos que yo oía no tenían el menor parecido con voces humanas. No sabría imitarlos. Al fin, parecieron ponerse de acuerdo. Entre los cinco empezaron a desnudarme. Yo me resistí, gritando y jurando. Ellos se interrumpieron y trataron de darme a entender que sus intenciones eran amistosas. Me dejaron en cueros, aunque sin hacerme daño ni romperme la ropa.
"Yo estaba desnudo y muy asustado, ya que no sabia qué iban a hacer conmigo. Uno de ellos se me acercó trayendo algo en la mano. Debía de ser una especie de esponja empapada en un líquido con el que me frotó todo el cuerpo. Una esponja muy suave, no de esas corrientes de goma. El liquido era transparente y no tenia olor, pero era más denso que el agua. Al principio pensé que tal vez fuera aceite, pero no me dejó la piel grasienta. Mientras me frotaban el cuerpo, yo tiritaba de frío, pues, además de que la noche era fresca, la temperatura de la habitación era más baja que la del exterior. Por si no era bastante que me hubieran desnudado, además, me mojaban. Estaba helado. El líquido se secó en seguida sin dejar rastro.
"Después, tres de ellos me condujeron a una puerta situada frente a la entrada de la nave. Uno tocó algo que había en el centro y la puerta se abrió hacia los lados, como la de un bar.
"Sus hojas llegaban desde el suelo hasta el techo. Encima habia una inscripción con signos luminosos rojos. Por efecto de la luz, daba la impresión de que estaba en relieve, uno o dos centímetros sobre la puerta. No tenían el menor parecido con ninguna criatura que yo conozca. Traté de grabarlos en la memoria, pero después se me olvidaron.
"Entré, pues, con dos de los hombres en una pequeña habitación cuadrada, iluminada como las otras dos. Nada más entrar, la puerta se cerró a nuestra espalda. Cuando volví la cabeza, no pude distinguir dónde estaba la puerta; sólo una pared como las otras.
"De pronto, aquella pared volvió a abrirse y entraron otros dos hombres. Traían en la mano dos tubos de goma rojos, bastante gruesos, de más de un metro de largo. Uno de los tubos estaba conectado por un extremo a un reci­piente de cristal ‑en forma de copa. En el otro extremo habla una boquilla con aspecto de ventosa. Me la aplicaron en la barbi­lla, aquí, donde me ha quedado esta mancha oscura. Antes de empezar, el hom­bre oprimió la goma con la mano, como para sacar el aire. Al principio, no sentí ni dolor ni cosquilleo; sólo un tirón en la piel.
Luego, empezó a quemarme y a latir ­y al fin me di cuenta de que tenia una herida.
Cuando me hubieron aplicado el tubo de goma, vi que la copa se llenaba de sangre hasta la mitad.
"Entonces me quitaron la goma y me pusieron la otra al otro lado de la barbilla. Aquí pueden ver la señal, señores. Esta vez la copa se llenó hasta el borde. También en este lado me ardía y palpitaba la herida. Los hombres salieron llevándose las copas. La puerta se cerró tras ellos y yo me quedé solo.
"Durante un rato, más de medía hora, nadie se ocupó de mí. En la habitación no habla más que un ancho diván, no muy cómodo, pues estaba abombado en el centro, pero por lo menos era blando, cómo de goma espu­ma y estaba cubierto de una gruesa tela gris muy suave.
"Después de tantas emociones y esfuerzos, yo estaba muy cansado y me senté en el diván. En aquel momento, noté un extraño olor muy desagradable. Me parecía estar respirando un humo denso y acre que me asfixiaba. Tal vez estuviera asfixiándome realmente, pues, al observar detenidamente la pared, descubrí numerosos tubitos de metal situados a la altura de la cabeza, cerrados por el extremo pero llenos de agujeritos, como una ducha. Por los agujeros salía un humo gris que se diluía en el aire. De ahí venia el olor. Sentí náuseas y vomité en un rincón. Después pude volver a respirar con facilidad, pero seguía mareándome el olor.
"Yo estaba desesperado. ¿Qué destino me aguardaba?
"Hasta entonces, no tenia ni la menor idea del aspecto de los desconocidos. Los cinco llevaban monos muy ajustados de una suave y gruesa tela gris con alguna franja negra. Se cubrían la cabeza con una capucha del mismo color, de un material más duro ‑no sé exactamente cuál‑, reforzada por dos tiras metálicas colócalas detrás y con unos lentes redondos a través de los que me miraban fijamente con unos ojos que me parecieron azules. De los lentes hacia arriba, la capucha era el doble de alta que en una cabeza normal. Quizás el casco llevaba algún aparato en su interior que no se distinguía desde fuera. Desde el centro de la cabeza les bajaban por la espalda tres tubos plateados, no sé si de goma o de metal, que se introducían en el mono a la altura de las costillas. El central cala a lo largo de la espina dorsal y los laterales, hasta unos diez centímetros por debajo de las paletillas. No pude ver escotadura ni saliente alguno que indicara que pudieran conectarse a un recipiente o instrumento debajo del traje.
"Las mangas eran largas y ajustadas y estaban rematadas por unos guantes de cinco dedos del mismo material que sin duda entorpecían el movimiento de las manos. Por ejemplo, pude observar que los hombres no podían tocarse la palma de la mayo con las yemas de los dedos. De todos modos, eso no les impedía sujetarme con fuerza ni manejar ágilmente los tubos de goma mientras me sangraban.
"Aquellos trajes debían de ser una especie de uniforme, ya que todos los miembros de la tripulación llevaban un escudo del tamaño de una rodaja de piña del que partía una tira de tela plateada o de metal que terminaba en un estrecho cinturón sin hebilla. Ninguno de aquellos trajes tenía bolsillos ni botones. El pantalón era muy ceñido y terminaba en una especie de zapatilla de tenis. Ahora bien, las suelas tenían un espesor de cuatro a siete centímetros. Los zapatos se alzaban ligeramente en la punta, aunque no tanto como los zuecos. Los desconocidos caminaban ágilmente con ellos. Unicamente el mono parecía entorpecer sus movimientos, que parecían siempre un poco rígidos. Excepto uno, que apenas me llegaba a la barbilla, todos eran de mi estatura. Todos parecían robustos, pero no lo bastante como para intimidarme. En campo abierto, hubiera podido medir mis fuerzas con cualquiera de ellos.
"Al cabo de una eternidad, el ruido de la puerta me sacó de mí abstracción. Volví la cabeza y vi acercarse a una mujer. Estaba desnuda y descalza, lo mismo que yo. Yo que quedé atónito y a ella pareció divertirle mi expresión. Era muy hermosa y muy distinta de las  mujeres que conozco. Tenía el cabello suave y rubio ‑casi albino‑ y le caía por la espalda, con las puntas dobladas hacia dentro. Llevaba raya en medio y tenia unos ojos grandes, azules y rasgados. La nariz era recta. Sus pómulos eran muy altos y la forma de su cara era exótica, más ancha que la de las indias sudamericanas y casi triangular, con una barbilla muy puntiaguda. Los labios eran muy finos, casi sin dibujo y las orejas (que vi después) iguales a las de nuestras mujeres. Tenia la figura más bonita que he visto en mi vida, con los pechos altos y bien formados, la cintura estrecha, caderas anchas, muslos largos, pies pequeños y manos delgadas de uñas bien formadas. Era mucho más baja que yo; su cabeza me llegaba por el hombro.
"La mujer se acercaba y me miraba en silencio, como si quisiera algo de mí. De pronto me abrazó y empezó a frotar su cara contra la mía al tiempo que se apretaba contra mí. Tenia la piel blanca de nuestras mujeres rubias y pecas en los brazos. Yo sólo notaba su olor a mujer; pero ni en su piel ni en su pelo había perfume alguno.
"La puerta había vuelto a cerrarse. A solas con aquella mujer que tan claramente expresaba lo que quería de mí, me sentí muy excitado. Dada mi situación, eso parece increíble; aunque imagino que ello se debía al líquido con el que me habían friccionado el cuerpo. Seguramente lo hicieron a propósito. Lo cierto es que yo no podía dominar el deseo. Nunca me había ocurrido. Finalmente, olvidándome de todo, abracé a la mujer y empecé a devolverle sus caricias. El acto fue normal y ella se comportó como cualquier mujer ‑incluso después de repetidos abrazos‑. Hasta que el cansancio la hizo jadear. Yo seguía excitado, pero ella se me negó. Esto me serenó bruscamente. Conque para eso me querían, para semental que mejorara su raza. Aquello me enfureció, pero puse al mal tiempo buena cara, ya que la experiencia había sido muy grata. Ahora bien, yo prefiero a nuestras mujeres, con las que puedes hablar y te entienden. Además, había momentos en los que sus sonidos guturales me irritaban. Al parecer, tampoco sabia besar y sólo me mordía ligeramente la barbilla. Aunque no estoy seguro de que esto tuviera el mismo significado. Curiosamente, el vello de las axilas y "del otro sitio" era rojo, casi color de sangre. Poco después de que nos soltáramos, se abrió la puerta y uno de los hombres llamó a la mujer. Antes de salir, ella se volvió, se señaló el vientre; luego, con una especie de sonrisa, me señaló a mí y, por último, señaló al cielo ‑creo que hacia el Sur‑. Después se fue. Creo que con aquel ademán quiso indicar que volvería a buscarme para llevarme allí, no sé dónde. Aún hoy tiemblo al pensarlo, pues si vuelven estoy perdido. Por nada del mundo quisiera separarme de mi familia y de mi tierra.
"Entonces entró uno de los hombres con mi ropa bajo el brazo y yo me vestí. No faltaba nada, salvo el encendedor. Quizá lo perdí durante el forcejeo. Volvimos a la otra habitación, en la que tres miembros de a tripulación, sentados en las sillas giratorias, gruñían entre sí (seguramente, cambiaban impresiones). Mi acompañante se unió a ellos y pareció olvidarse de mí. Mientras ellos "hablaban", yo procuraba grabar en mi memoria hasta el último detalle. Me llamó la atención una caja cuadrada con tapa de cristal que había encima de la mesa. Tenía una esfera que recordaba la de un reloj y una sola manecilla y, en los lugares correspondientes a las tres, las seis y las nueve, había una marca negra, mientras que en el de las doce se veían cuatro pequeños signos negros, uno al lado del otro. Para qué, no lo sé; pero así era.
"Al principio creí que aquel instrumento era una especie de reloj, ya que uno de los hombres lo consultaba de vez en cuando. Pero luego comprendí que era imposible, ya que, mientras estuve allí; la manecilla no se movió.
"Entonces se me ocurrió la idea de apoderarme del objeto, ya que necesitaba una prueba de mi aventura. De haber podido llevarme la caja, mi problema hubiera estado resuelto. Si los desconocidos se daban cuenta de mi interés por el objeto, tal vez me lo regalaran. Me acerqué lentamente a la mesa y, mientras ellos miraban en otra dirección, cogí rápidamente el instrumento con ambas manos.
"Era muy pesado, de más de dos kilos. No tuve tiempo de observarlo más detenidamente, ya que uno de los hombres saltó sobre mí, me arrancó furiosamente la caja de la mano, apartándome de un empujón y volvió a ponerla en su sitio.
"Retrocedí hasta la pared y me quedé quieto. No le tengo miedo a nadie, pero comprendí que seria mejor no buscar problemas. Se había demostrado que sólo me trataban con amabilidad si me portaba bien. En tal caso, ¿para qué exponerme a un peligro si, de todos modos, mi tentativa debía fracasar? De manera que me quedé quieto, esperando.
"No volví a ver a la mujer, ni desnuda ni vestida. Pero creia saber dónde estaba. En la parte delantera de la sala grande habia otra puerta que no estaba cerrada del todo y tras la que, de vez en cuando, se oía el ir y venir de unos pasos. Puesto que todos los demás tripulantes estaban conmigo en la sala grande, aquellos pasos sólo podían ser de ella. Supongo que en aquella parte de la nave debía de estar la cámara de instrumentos; pero, naturalmente, no podía asegurarlo.
"Finalmente, uno de los hombres se puso en pie y me dio a entender que le siguiera. Los otros ni me miraron. Cruzamos la pequeña antesala. La puerta de acceso estaba abierta y la escala, bajada. Pero no descendimos por ella, sino que mi acompañante me señaló una plataforma, situada al lado de la puerta por la parte exterior, que daba la vuelta a todo el aparato. Fuimos primeramente hacia delante y pude ver un saliente metálico cuadrado ‑en el lado opuesto había otro ­cuya forma me hizo pensar que podía ser el control de despegue y aterrizaje. Debo decir que nunca vi el aparato en movimiento, ni siquiera cuando se elevó, por lo que no me explico cuál pudiera ser su finalidad.
"Cuando llegamos a la parte delantera, el hombre me señaló las tres púas metálicas que ya mencioné. Las tres estaban unidas a la máquina, y la de en medio directamente a la proa. Todas tenían la misma forma, ancha en la base y puntiaguda, y sobresalían horizontalmente. No podía decir si eran del mismo metal que la máquina. Aunque relucían como metal candente no despedían calor. Encima había unas luces rojas. Las dos laterales eran pequeñas y redondas mientras que la central, por el contrario, era gigantesca. Se trataba del faro que ya mencioné. Encima de la plataforma, en todo el alrededor de la máquina, habla innumera­bles lámparas cuadradas empotradas en el fuselaje que iluminaban la plataforma con su luz rojiza. Esta terminaba en la parte delantera, junto a un grueso cristal incrustado profundamente en el metal y abombado. Puesto que no había ventanas, seguramente aquel cristal servia de observatorio, por más que debía de ser difícil distinguir las cosas a través de él, ya que desde fuera se veía muy turbio.
"En mi opinión, los espolones frontales debían de tener alguna función relacionada con la energía propulsora, ya que su brillo se intensificó cuando la máquina se puso en marcha, fundiéndose con la luz del foco principal.
"Después de visitar la parte delantera de la máquina, nos fuimos de nuevo atrás (esta parte tenía una curvatura más pronunciada que la delantera), pero antes nos paramos un momento pues el hombre señaló hacia arriba, donde giraba la enorme cúpula en forma de plato. Mientras giraba lentamente, estaba bañada en una luz verdosa cuya procedencia no pude describir. Se oía al mismo tiempo una especie de siseo, parecido al que produce un aspirador o el aire al pasar por muchos orificios pequeños.

"Cuando la máquina se elevó, la velocidad de rotación de la cúpula fue en aumento, hasta que de ésta no se vio más que un resplandor rojo vivo.
"Al mismo tiempo, el ruido aumentó hasta convertirse en un estridente aullido, por lo que comprendí que la velocidad de la cúpula estaba en relación de causa a efecto con el ruido.
Cuando lo hube visto todo, el hombre me llevó a la escalera de metal y me dio a entender que podía irme. Cuando hube bajado a tierra, me volví. El hombre seguía allí. Entonces se señaló a sí mismo, a mí y al cielo en dirección Sur, me indicó que me retirara y desapareció en el interior del aparato.
"La escala de metal empezó a subir, los peldaños se replegaban unos sobre otros. Cuando estuvo recogida la escala, la puerta ‑que, abierta, formaba una rampa‑ se elevó quedando perfectamente encajada en la pared. Las luces de los espolones metálicos, del foco principal y de la cópula se intensificaron a medida que aumentaba la velocidad de rotación de esta última. El aparato se elevó lentamente en sentido vertical mientras el trípode se replegaba y la superficie inferior de la nave quedaba tan lisa como si el tren de aterrizaje no existiera.
"El objeto volante se elevó lentamente hasta unos 30 ó 50 metros y permaneció unos segundos estático, mientras aumentaba su luminosidad. El zumbido subió de tono y la cúpula empezó a girar a gran velocidad, al tiempo que su luz se hacía intensamente roja; el aparato se ladeó ligeramente, se oyó una pulsación rítmica y, bruscamente, la nave salió disparada en dirección al Sur. A los pocos segundos, había desaparecido.
‑‑ "Volví a mí tractor. Había subido al extraño aparato a la 1.15 y ahora eran las 5.30 de la madrugada. Es decir, me habían retenido durante cuatro horas y quince minutos. Mucho tiempo.
"Sólo conté lo sucedido a mi madre. Ella dijo que seria mejor no tener más tratos con aquella gente. A mi padre no me atreví a decirle nada. Ya le había hablado de la luz y él no me creyó; dijo que seguramente eran figuraciones mías.
"Más adelante, decidí escribir al senador Joao Martins. Había leído su artículo, publicado en el "Cruzeiro" de noviembre, en el que invitaba a sus lectores a que le informaran de sus experiencias con platillos volantes. De haber tenido más dinero, hubiera venido antes a Río; pero tuve que esperar a que él se ofreciera a pagar una parte de los gastos de viaje."

Fuente:
Revista ADONAI

 
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